Comparto hoy un artículo que escribí a los 21 años sobre la necesidad que tenemos los músicos de poseer un extenso acervo cultural. Casi dos décadas más tarde, sigo suscribiendo todas y cada una de las palabras que publiqué en su momento.
El documento se puede descargar. Ruego que, en caso de utilización, se cite de manera adecuada, dejando constancia del nombre de la autora. Gracias.
domingo, 8 de junio de 2014
miércoles, 4 de junio de 2014
Músicos y pulsaciones por minuto
(Esta publicación no pretende ser un estudio científico, sino tan solo exponer tanto unos hechos comprobados en mí misma, como las conclusiones a las que he llegado tras analizarlos.)
Hace algún tiempo prometí en las redes sociales escribir acerca de un experimento que había llevado a cabo. Se trataba de averiguar, con ayuda de un pulsómetro, cuántas pulsaciones por minuto presentaba durante un concierto. La cuestión me inspiraba cierta curiosidad desde que había tenido conocimiento de un estudio que la Dra. Claudia Iñesta Mena había realizado con músicos tocando, en el cual se afirmaba que el esfuerzo que los integrantes de mi gremio realizamos durante una ejecución en público es igual al de un deportista de élite compitiendo.
En varias ocasiones, había comprobado mi frecuencia cardíaca durante el estudio en casa, pero nunca lo había hecho en concierto. El primero de los dos que ofrecí en la Fundación Juan March en abril fue el escogido para realizar la medición (25-04-2014 a las 7:30 p.m.). El programa constaba de dos obras: la Fantasia on an ostinato de John Corigliano (una obra tranquila de corte minimalista) y la endemoniada transcripción de la 8ª Sinfonía de Beethoven realizada por Liszt. Era esta última pieza la que me interesaba, ya que es lo más duro que he tocado en mi vida, tanto física como mentalmente. Con ella, por tanto, era muy posible que alcanzara el máximo de pulsaciones que jamás tuviera en público. Así pues, me coloqué la banda del pecho de mi Garmin y apreté el botón de comienzo aproximadamente un minuto y medio antes de salir al escenario.
Veamos la gráfica que obtuve al descargar los datos del pulsómetro en el ordenador:
Como se puede apreciar, las pulsaciones máximas por minuto fueron 147 y se alcanzaron en el desarrollo del primer movimiento de la Sinfonía. La media resultó ser de 117 (el registro completo de la actividad se puede ver aquí). Durante la obra de Corigliano, apenas se elevan (los picos del principio coinciden con el momento en que estoy de pie esperando la señal para salir desde la parte trasera del escenario; al sentarme y comenzar a tocar, bajan claramente). En el Beethoven-Liszt, el ritmo cardíaco aumenta, especialmente en el acrobático e intenso Allegro vivace del final. Los últimos minutos de la gráfica se corresponden con aplausos, salidas al escenario a saludar y una propina (primer movimiento de la Sonata KV 330 de Mozart).
Ahora comprobemos cuál fue el registro que obtuve con el pulsómetro durante la Contrarreloj Individual "Trofeo Interpeñas", celebrada en El Espinar (Segovia) el 1 de septiembre de 2013:
En esa ocasión, mantuve unas pulsaciones medias de 176, con picos de hasta 191 (ver actividad).
Comprobemos ahora un entrenamiento cualquiera en bici realizado recientemente (31-05-2014):
Tal y como muestra la gráfica, el pulso no sube tanto como en competición, aunque se alcanzan dos picos de 187 pulsaciones por minuto coincidiendo con un esfuerzo en subida. La media resultó ser de 151 (ver actividad).
Si comparamos los tres registros, podemos obtener las siguientes conclusiones:
En mi opinión, si algunos intérpretes llegaron a presentar unas pulsaciones comparables a las mías durante la competición, esto podría achacarse a dos factores:
Me gustaría saber la opinión de los lectores respecto a esta publicación. Se agradecen los comentarios al respecto.
Hace algún tiempo prometí en las redes sociales escribir acerca de un experimento que había llevado a cabo. Se trataba de averiguar, con ayuda de un pulsómetro, cuántas pulsaciones por minuto presentaba durante un concierto. La cuestión me inspiraba cierta curiosidad desde que había tenido conocimiento de un estudio que la Dra. Claudia Iñesta Mena había realizado con músicos tocando, en el cual se afirmaba que el esfuerzo que los integrantes de mi gremio realizamos durante una ejecución en público es igual al de un deportista de élite compitiendo.
En varias ocasiones, había comprobado mi frecuencia cardíaca durante el estudio en casa, pero nunca lo había hecho en concierto. El primero de los dos que ofrecí en la Fundación Juan March en abril fue el escogido para realizar la medición (25-04-2014 a las 7:30 p.m.). El programa constaba de dos obras: la Fantasia on an ostinato de John Corigliano (una obra tranquila de corte minimalista) y la endemoniada transcripción de la 8ª Sinfonía de Beethoven realizada por Liszt. Era esta última pieza la que me interesaba, ya que es lo más duro que he tocado en mi vida, tanto física como mentalmente. Con ella, por tanto, era muy posible que alcanzara el máximo de pulsaciones que jamás tuviera en público. Así pues, me coloqué la banda del pecho de mi Garmin y apreté el botón de comienzo aproximadamente un minuto y medio antes de salir al escenario.
Veamos la gráfica que obtuve al descargar los datos del pulsómetro en el ordenador:
Como se puede apreciar, las pulsaciones máximas por minuto fueron 147 y se alcanzaron en el desarrollo del primer movimiento de la Sinfonía. La media resultó ser de 117 (el registro completo de la actividad se puede ver aquí). Durante la obra de Corigliano, apenas se elevan (los picos del principio coinciden con el momento en que estoy de pie esperando la señal para salir desde la parte trasera del escenario; al sentarme y comenzar a tocar, bajan claramente). En el Beethoven-Liszt, el ritmo cardíaco aumenta, especialmente en el acrobático e intenso Allegro vivace del final. Los últimos minutos de la gráfica se corresponden con aplausos, salidas al escenario a saludar y una propina (primer movimiento de la Sonata KV 330 de Mozart).
Ahora comprobemos cuál fue el registro que obtuve con el pulsómetro durante la Contrarreloj Individual "Trofeo Interpeñas", celebrada en El Espinar (Segovia) el 1 de septiembre de 2013:
En esa ocasión, mantuve unas pulsaciones medias de 176, con picos de hasta 191 (ver actividad).
Comprobemos ahora un entrenamiento cualquiera en bici realizado recientemente (31-05-2014):
Tal y como muestra la gráfica, el pulso no sube tanto como en competición, aunque se alcanzan dos picos de 187 pulsaciones por minuto coincidiendo con un esfuerzo en subida. La media resultó ser de 151 (ver actividad).
Si comparamos los tres registros, podemos obtener las siguientes conclusiones:
- El ritmo cardíaco en situación de concierto es mucho más bajo que el de un entrenamiento medio y, por supuesto, que el de una competición.
- Tocando en público, en muchos momentos (cuando la obra no presenta pasajes muy movidos físicamente) ni siquiera llegamos a la zona considerada aeróbica (60% del máximo, que, teniendo en cuenta el alcanzado en la crono, estaría en torno a las 114 pulsaciones por minuto).
En mi opinión, si algunos intérpretes llegaron a presentar unas pulsaciones comparables a las mías durante la competición, esto podría achacarse a dos factores:
- Una tensión nerviosa excesiva por miedo escénico.
- Una deficiente forma física del sujeto.
Me gustaría saber la opinión de los lectores respecto a esta publicación. Se agradecen los comentarios al respecto.
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