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domingo, 7 de diciembre de 2014

Tercera carrera de la Liga de Cross 2014-15 de Cabrerizos

Hoy me levanté, como muchos otros domingos, bastante temprano: eran las 7 de la mañana cuando sonó el despertador. Me froté los ojos y, resignada, emprendí la tarea de liberarme del edredón y del sueño que trataba de disuadirme de salir del confortable lecho en que me estaba descansando. Bajé a desayunar inmediatamente para que me diese tiempo de hacer la digestión antes de salir de casa y me comencé a preparar para la carrera que tenía a las 10:30: el tercer cross de la Liga 2014-15 de Cabrerizos.

Cartel de la XXII Liga de Cross

La Liga de Cross consta de cinco carreras, que tienen lugar entre noviembre y febrero. La organiza mi club de atletismo, Atletas Veteranos de Salamanca, al que pertenezco desde hace algo más de medio año. Los caminos por los que se desarrolla están llenos de repechos duros, arena suelta o, en el peor de los casos, barro, así que sólo los corredores más valientes (o más "masocas") de la zona se atreven a inscribirse en ella. En 2013-14, participé en todas las ocasiones; en esta edición, en cambio, no corrí el primer cross porque no estaba preparada y, además, me correspondía ayudar en la organización controlando uno de los cruces del recorrido.

Hace quince días, me atreví a tomar la salida en la segunda carrera de la Liga. Hacía un tiempo infame, con una lluvia que no sólo amenazaba con dejarnos empapados, sino que había anegado los caminos de la zona. El circuito comenzaba y acababa en Moriscos, una localidad vecina a Cabrerizos, y, si bien no resultaba de los peores en lo que a subidas se refiere, el barro lo había vuelto lento y peligroso. Así pues, al sonar el pistoletazo, yo ignoraba si iba a ser capaz de llegar a la meta sin sufrir ningún contratiempo. Tengo que aclarar que llevaba sin poder correr prácticamente desde que el 23 de febrero sufrí una caída de la bicicleta que me causó no sólo un traumatismo craneal con pérdida de memoria de unos 30 minutos, un esguince cervical y una contusión en el sacro, sino también una rotura fibrilar en el adductor derecho. Esta última lesión no ha empezado a sanar hasta hace pocas semanas, y ha sido entonces cuando me he decidido a volver poco a poco a entrenar carrera a pie. Por supuesto, lo he hecho alternando unos minutos andando con otros corriendo, y lo más que había trotado seguido había sido media hora. De repente, me veía en la tesitura de afrontar más de 10 km por barro y cuestas sin tener ni fondo suficiente ni la musculatura preparada. Sufrí lo indecible y tuve que caminar en algunos tramos durante el último tercio del recorrido, pero conseguí acabar sin resentirme de la lesión, razón por la cual me sentí feliz, a pesar de la marca tan mala que había hecho, que no tenía nada que ver con las que había logrado el año anterior.

Corriendo por Moriscos

Entre ese cross y el de hoy, he corrido un 5k en Salamanca capital: la II Vuelta Pedestre. Ahí confieso que no me contuve y traté de, al menos, bajar de la media hora (un tiempo mediocre para la temporada pasada, pero bueno para mi estado actual). Lo logré, esforzándome al máximo y sufriendo hasta el final.

Con Andrea García Torán en el calentamiento para la II Vuelta Pedestre a Salamanca

Este domingo, 7 de diciembre de 2014, amaneció con una capa de escarcha sobre los campos y un cielo azul brillante. A pesar de la helada que había caído, la temperatura no era excesivamente fría cuando llegué a Cabrerizos: 2º C. Calenté trotando sólo un poco porque sabía que el recorrido era muy largo para mí (12 km) e iba sin haber hecho aún entrenamiento de fondo en condiciones. Realicé unos cuantos de los estiramientos dinámicos que me ha enseñado Dori Ruano (antes de salir, había trabajado unos minutos con plataformas inestables y había efectuado unos ejercicios excéntricos para el Aquiles y los gemelos). Una vez lista, me dirigí a la zona de la salida, donde tuve la precaución de colocarme al final del grupo para no estorbar a los que iban a correr más rápido que yo (casi todos).

Salida del tercer cross

Cabrerizos está situado en una plataforma que ha quedado colgada, por la erosión fluvial, sobre la vega del río Tormes. Los campos que lo rodean se hallan salpicados de ondulaciones y tesos, por los que ascienden numerosas vías pecuarias, y el casco urbano tampoco se libra de las pendientes, en ocasiones bastante duras. Mi amiga Lourdes G. Francés, quien, además de ser traumatóloga y deportista, posee unas innegables dotes literarias, describe así el terreno: "cuando la diosa de la Tierra (Gea o Gaia) se peinaba sus cabellos con sus enormes dedos nervudos, millones de años atrás, no pudo deshacer el nudo que hoy en día forman las colinas de Cabrerizos, los Caenes, con sus caminos desarbolados, expuestos a la intemperie más absoluta, donde los esforzados runners ponemos a prueba en el otoño e invierno mesetarios nuestra resistencia y tenacidad".

Ya simplemente atravesar el pueblo resulta exigente por las cuestas. Me sentí pesada y torpe en el tramo asfaltado de la carrera. Una vez en terreno abierto, me preparé mentalmente para abordar la subida del kilómetro 3, que es larga y va aumentando su pendiente hasta llegar a casi un 9% cerca del final. Tenía que ser muy conservadora porque me esperaban otros dos tramos difíciles: uno, en el kilómetro 8, y otro, en los escarpes (especie de acantilado sobre la carretera de Aldealengua que acaba con las pocas fuerzas que aún nos quedan a los corredores). 

En este cross, como era de esperar, fui siempre a la cola del grupo. No podía permitirme otra cosa, ya que no quería arriesgarme a "romperme" (en el argot deportivo, lesionarme) y quedarme sin poder participar en el principal acontecimiento "runnero" para mí del año: la San Silvestre Vallecana. Fui regulando en todo momento mi ritmo con la información que me proporcionaba el pulsómetro y cuidé al máximo mi zancada para no forzar el adductor.

Algo que me ayuda mucho a soportar el sufrimiento durante las carreras es la música que llevo en mi iPhone. Siempre es clásica, y en cada temporada tengo mis obras preferidas. En 2012-13, me acompañaban con frecuencia el Concierto en Sol de Ravel, la 6ª Sinfonía de Tchaikovsky y la 1ª de Brahms. Un año más tarde, me pasé a las Sinfonías 8ª y 9ª de Beethoven, que aún utilizo de vez en cuando. En estas últimas semanas, me he enganchado a la música de Poulenc, que es la que he ido oyendo hoy: el Concierto en do # menor, el Sexteto, la Sonata para dos pianos y el Concierto para dos pianos y orquesta. Cuando me encuentro al límite de mis fuerzas, con las pulsaciones más allá del umbral anaeróbico y con las piernas diciendo "basta", el centrarme en las obras que escucho me protege psicológicamente y me impulsa a resistir.

En el transcurso de una competición, el corredor no sólo lucha contra su cuerpo, sino también contra su mente. De hecho, ésta le pone más trabas que aquel. Desde los primeros metros, una oleada de pensamientos negativos como "qué diablos hago yo aquí", "no voy a ser capaz de aguantar todo el recorrido", "ya me han pasado todos y voy en último lugar", "Dios mío, lo que me queda aún", etc., tratan de boicotear al pobre deportista. La tentación de abandonar se hace muy fuerte y el coche escoba parece tener imán y hasta una voz seductora que susurra: "ven, querido "runnero", que yo te acojo y vas a ir de lo más cómodo aquí sentadito". Si se sigue adelante, si uno no se rinde, es gracias a su fuerza de voluntad, a la resistencia mental adquirida en los entrenamientos y a las ganas de demostrar a aquellos que depositaron su confianza en él (entrenador, familia...) que no se equivocaron al hacerlo. Yo no me libro tampoco de la influencia de los "demonios del deportista", y cada vez que me encuentro en una carrera me planteo que ésa va a ser la última que haga porque se sufre demasiado. Por fortuna, mi actitud cambia completamente cuando atravieso exhausta la línea de meta, y deseo que lleguen la próxima competición y otras muchas más.

Al término de los crosses, llega el momento de los saludos, las felicitaciones y, cómo no, también de las fotografías que han de subirse a las redes sociales. Más tarde, ya en casa, nos entretendremos en rebuscar por internet álbumes con las imágenes de la carrera para descargárnoslas y etiquetarnos en ellas en Facebook.

Con Lourdes G. Francés tras la carrera de hoy

Para los que quieran tener una visión de conjunto de lo que han significado para mí hasta el momento los crosses de Cabrerizos, he preparado esta presentación de PowerPoint. Es mejor descargarla, guardarla en el disco duro y verla desde esa ubicación, ya que en SlideShare hay elementos que no funcionan, tales como la música de fondo.




jueves, 4 de diciembre de 2014

Mis primeros pasos con la bici de montaña

Desde hace unas semanas, he comenzado una nueva fase en mi entrenamiento: la pretemporada. Ése es el período en que el deportista construye la base que le permitirá rendir al máximo durante los meses siguientes (en el caso del ciclista, en primavera-verano, que es cuando tienen lugar las competiciones). Mi entrenadora, Dori Ruano, me manda en esta época sesiones de correr, de entrenamiento funcional (explicaré lo que es eso en una próxima entrada) y de bicicleta. Dentro de esto último, la novedad es que este año me he apuntado a un grupo de adultos en la Escuela de Ciclismo de Villamayor para trabajar técnica en la bici de montaña.

Mi bicicleta de montaña, BH Over-x


Mi BTT (bicicleta todo terreno) es bastante sencilla. La compré de segunda mano en agosto y la estrené en una marcha cicloturista que lleva el nombre de Dori y que se celebra en su pueblo natal y mío de adopción todos los veranos. En realidad, he de confesar que no tenía prevista tal adquisición, puesto que siempre le he tenido mucho miedo a esta modalidad de ciclismo por el riesgo de caídas y no me atraía gran cosa eso de rodar por caminos con arena y piedras sueltas o acabar con barro hasta en el pelo. Si me hice con ella, fue porque mi entrenadora se puso firme y me mandó enrolarme en la Escuela de Ciclismo para aprender a manejar mejor mi vehículo. Como soy consciente de que eso me puede ayudar a prevenir caídas en la bici de carretera, le hice caso y, en contra de mi voluntad, empecé a asistir a las clases en cuestión los sábados por la mañana.

Cuatro de las valientes chicas del grupo de adultos y su maestra Dori (en primer plano)

Las primeras dos o tres clases me resultaron muy duras psicológicamente. Eso de asomarme a lo que yo calificaría de terraplén, y que para los monitores (capitaneados y formados por la propia Dori) no es más que una trialera sencillita, ya me provocaba temblores en las piernas. Gastaba más energía por los nervios que por el mero esfuerzo físico. He de confesar, no obstante, que no era la única del grupo con miedo. No sé si es que a ciertas edades una se va volviendo menos arrojada o que siempre he sido muy poco atrevida para estas cosas, pero lo cierto es que no duele igual un golpe ahora que cuando eres niña: ni te caes de la misma altura, ni la masa que golpea el suelo es tan ligera, ni curan las heridas tan pronto.

Después de la tercera sesión, mi amiga Neli Nieto me invitó a hacer una ruta no muy larga con ella y una grupeta de BTT con la que está saliendo este otoño. Decidí probar, a ver si se iba notando lo aprendido. Y, para mi sorpresa, una vez vencidos el pánico inicial y el agobio por intentar seguirles el ritmo a los compañeros, me encontré estupendamente sobre la bicicleta. Es más: disfruté verdaderamente recorriendo los caminos del sur de la ciudad de Salamanca. Ese día representó un punto de inflexión en mi actitud frente a esta modalidad de ciclismo.

Desde ese momento, mis sensaciones en la BTT han ido haciéndose cada vez mejores. Me voy notando con mucho más dominio de la máquina, y ya ni me impresiona hacer ejercicios que dos meses atrás me causaban angustia. Aprendo muchísimo de Dori Ruano, que suele acompañarnos a los adultos y nos enseña con su paciencia habitual y su gran visión pedagógica, así como de los demás monitores.Como ejemplo de lo que voy siendo capaz de hacer, he aquí un vídeo muy breve en el que se nos ve a mi compañera Montse y a mí efectuando un descenso por una trialera en el parque de Valcuevo (tenía más pendiente de lo que se aprecia en la grabación):


Algo que me atrae mucho de la BTT es que me lleva a lugares a los que normalmente no se accede. Por ejemplo, he descubierto parajes tan singulares como el Jardín Secreto del Tormes, el antiguo polvorín de Salamanca o la cueva de Rascones en el parque de Valcuevo.


Caseta en el Jardín Secreto del Tormes

Uno de los grupos de la Escuela de Ciclismo de Villamayor en la ermita del Viso

Campos de la Armuña

Bicicletas en los terrenos del polvorín de Tejares

Cueva de Rascones

Ruinas de la iglesia de Santibáñez del Río

El Tormes desde Valcuevo